Soñar sin mascarillas es una de esas preguntas que no me hubiera hecho nunca si mi hija no me hubiera abordado con tamaña cuestión.
¿Soñar sin mascarillas? ¿Cómo es eso? A ver, a ver…
Me miró fijamente y me dijo:
-Mamá, en tus sueños desde que ha empezado la pandemia, ¿hay mascarillas?
De entre sus miles de preguntas, en esta era completamente virgen. Ni se me había pasado como ruido de fondo, ni como concierto en directo ni como estallido de palomitas.
Nada. Ni de lejos. Ni de cerca. Nada de nada.
Soñar sin mascarillas. Si podría ser el título de una canción.
Los hijxs tienen esa maravillosa habilidad de ponerte contra las cuerdas de vez en cuando.
Te mejoran, te hacen meditar, revolver la rebotica de recursos para responder.
Menos mal que ellos aún no saben que para según qué cosas, eres tan neófito como ellos.
Me tomé unos segundos. Nuestras miradas sintonizadas. Ojos muy abiertos, los míos miopes, los suyos ávidos.
Paré, reflexioné, pensé y contesté.
-No, en mis sueños, nadie tiene mascarilla.
Desde el confinamiento y en función del momento, uno de los sueños más vívidos pero tranquilos fue el del tsunami que venía hacia mí.
Mi hija y mi marido ya estaban a salvo. Yo estaba agarrada a una verja de hierro pegada a una iglesia viendo la majestuosidad de la ola.
El resto de personas que estaban por allí, corrían, gritaban. No había muchas y su ruido no me sacaba de la seducción que producía aquella magnífica onda sobre mí.
Estaba tranquila viendo como ese maretazo gigantesco, espectacular, a lo Frozen II, se acercaba haciendo Taichí.
Movimientos lentos, suaves, dibujando en el cielo una fantástica cresta llena de colores. Turquesa, azul claro, más oscuro, blanco, gris… Una preciosidad y un gozo contemplar cómo se estiraba.
La misma sensación de ver crecer a tu hijo, a tu hija, un proyecto, la semilla que plantas, riegas, vigilas… Acabo de caer. Otro insight en pleno artículo…
En el sueño, sabía que estar agarrada a esa estaca alta de hierro no me iba a librar de ser engullida.
Pero estaba tan tranquila, que no me desperté agitada sino calmada, en paz.
Conté este sueño a varias personas. Era la época de las vídeo llamadas (ya se pasó, uf), de la conexión continua. Entusiasmada.
El relato siempre empezaba por señalar que mi familia estaba bien. Y enseguida entraba en esa ceremonia tipo espectáculo de La Fura siendo partícipe. A lo grande.
Puede que también estuviera segura que nadaría como un delfín o como Elsa, en ese caballo de agua. Me pido delfín Elsa.
No sé cómo termina el sueño. Me quedo con el sosiego sentido, con la tranquilidad de saber mi familia a salvo, con el desenlace que quiera.
Cuando mi hija consulta, analizo y rememoro todos los sueños que he tenido últimamente y de los que aún conservo alguna huella.
Soñar sin mascarillas, pues sí, nadie llevaba mascarillas en mis sueños. Ni en los suyos. ¿Y en los tuyos?
Sin entrar a interpretar sueños ni lecturas freudianas ni psicológicas, en nuestro inconsciente aún deben estar las mascarillas en periodo de pruebas.
Como los contratos. Primero un tiempo de prueba y luego te hacen indefinido. O no.
Aquí, las mascarillas no van a pasar el periodo de prueba.
Quizá sea más largo de lo habitual pero si en nuestros sueños, no salen, está claro que nuestro aparato psíquico no está por la labor de integrarlas.
Con esta ventaja que nos da el sabio y juguetón inconsciente, no olvidemos que en vigilia y en numerosas ocasiones, hay que ponérsela, sin más.
Por ir terminando, de aquella primera cuestión que me formuló mi hija, me pregunto si sueñan los androides con ovejas eléctricas…
Os invito a leer el libro de Philip K. Dick y ver la película “Blade Runner”, la de 1982 si no lo habéis hecho ya y si lo habéis hecho, una vez más.
Soñar sin mascarillas.
Soñar con ovejas eléctricas.
¡Qué delicia saber que en algún sitio de nosotrxs, la Covid-19, aún no ha entrado!