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SOBRE EL DESEO

Hablemos del deseo. De eso que resulta intangible pero que está constantemente presente, eso que nos impulsa a buscar, aunque muchas veces no sabemos el qué, y, que cuando lo sabemos y por fin lo encontramos, sigue impulsándonos a continuar buscando y buscando. Impulso que nos lleva a una búsqueda sin fin, en donde la misma parece ser indispensable y central.

Deseo-búsqueda, binomio inseparable, pues mientras haya deseo siempre aparecerá la necesidad de buscar, aunque demos vueltas y entremos en la insatisfacción constante al no servirnos ya el objeto al que la misma nos ha llevado.

¿Qué pasa con los objetos del deseo?

El objeto del deseo, o más bien los objetos, son el vehículo en donde se instala el mismo, en ese camino de búsqueda constante que nos mantiene vivos, pero cuando los usamos, los tenemos, al poco se agotan y desgastan, y el deseo necesita otro vehículo nuevo en donde instalarse para continuar hacia su destino, para calmar ese vacío del cual parte, esa insatisfacción que nos impulsa a seguir y seguir, y que solo en la propia búsqueda consigue apaciguarse, aunque nunca apagarse, salvo al final, al llegar a la muerte.

Cuando el deseo se instala en una búsqueda hacia la vida, en un camino que elegimos nosotros (no en los objetos a conseguir), en un camino a recorrer, es cuando nos sentimos vivos, satisfechos en parte, vibrantes. Cuando se instala en una búsqueda caótica, sin camino elegido, manejados por el momento, cuando el deseo está sin rumbo, ahí es cuando la insatisfacción nos devora y nos sentimos cada vez más vacíos. Pero, si no escuchamos el deseo, y nos embarcamos en un camino en donde no hay lugar para él, nos empezamos a morir y nos convertimos en autómatas, al ser despojados de lo esencial al ser humano: la capacidad deseante.

Muchas veces continuar por el camino del deseo, que es el camino de la vida, resulta difícil y contradictorio. En el mismo aparecen bifurcaciones que nos desconciertan y asustan y no sabemos por dónde ir, cual elegir. Nos llenamos de miedos y temores, de culpas, responsabilidades.

Tenemos que parar y oírnos

Escuchar lo que sentimos para que, en ese momento de dudas, podamos resolver y elaborar los nudos emocionales que nos atenazan, desatándolos para poder elegir por dónde queremos ir.

Caminar por la vida supone manejarnos con las decisiones, las elecciones para transitar por el vivir-desear-elegir-hacer.

El deseo nos lleva a vivir, pero para poder vivir satisfactoriamente tenemos que elegir. Elegir supone mediar entre las necesidades, los deseos y las responsabilidades, para poder al final concretar esa elección en un hacer que nos haga sentirnos vivos y dueños de nuestro destino.

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