Nunca he terminado de entender esto de tener que morirte.
Es más, debería estar prohibido morirse.
La muerte es la única certeza que tenemos cuando aterrizamos en este mundo y vivimos como si no nos fuéramos a morir.
Eso, les pasa a otros.
Hasta que un buen día va y se muere tu cantante favorito. Otro tu mascota. Otro va tu madre y decide enfermar y también morirse.
Otro te enteras que algunos de tus escritores y escritoras favoritos, están también criando malvas.
Y no te digo si hablamos de la música clásica. Ni uno queda.
Lo dicho, debería estar prohibido morirse.
Qué mal gusto y qué mala leche cuando se mueren personas que te importan.
O dime cómo gestionar el duelo de un hijo que fallece antes que tú. Ni acompañamiento ni aceptación, vivir estando muerto.
Y puestos a seguir reflexionando, qué haces cuando eres tú mismo el que te estás muriendo.
Ya, me lo imagino. No lo pienses, que lo atraes. Que ya he dicho que vivimos pensando que no nos vamos a morir.
Especialitos también para eso, sin duda.
Cuando era muy pequeña no tenía miedo a la muerte. Me parecía que al morir me iba a enterar de todo lo que no entendía y no podía descubrir aquí.
El porqué de los malos.
El porqué de los crímenes.
El porqué de tantas cosas.
¿Quién mató a Marilyn?
Al ir creciendo, este sentimiento, se acrecentó hasta que claro, te viene un obús directo al estómago, te desplaza mil metros y aterrizas en cemento. Duele, escuece, aprieta, arranca un cacho grande de ti.
Y dejas de generar recuerdos y experiencias con esa persona.
Y se hace un agujero grande, como de gusano, sí, los que describió Einstein para irte por uno de ellos y reencontrarte con quien se marchó sin que tú quisieras.
Desafiando al tiempo y al espacio.
Ahora vas, y te recuperas.
Ahora vas, y te lo manejas.
Ahora vas, y vives con ello.
Porque la clave está ahí, en vivir. Como sea, como sepa, como pueda pero vivir.
Y seguí creciendo.
Y me seguí rayando.
Y seguí buscando.
Y un buen día, voy y sueño que YO me muero, sí, sí, YO. ¿Habrase visto?
Madremíadelamorhermoso, aún lo recuerdo, como mi primer sueño erótico en el instituto y sin saber qué era eso.
Pues voy, me muero, veo a personas llorando, otras no tanto, otras que no esperaba, apenadísimas y yo como el espíritu de Mr. Scrooge, viéndolo todo en modo dron.
Y ni preocupada.
Ni tranquila.
Pero muerta, muertita del todo.
Y viendo mi vida pasar sin mí. De traca. Sin poder intervenir ni decir “holi, estoy aquí”, nada de nada.
Pues será eso la muerte, nada de nada.
Fundido. Fin. ¡Eso es todo amigos!
Y no veía a mis muertos. A ninguno.
Tampoco es que quisiera ver a todos. A mi abuela pues como que no. A mi abuelo pues como que bueno. A mi padre, deseandito.
A Michael Jackson, Freddie Mercury y Amy Winehouse pues como que sí.
A Hitler, Mao Zedong o Pol Pot, pues como que no.
A Jane Austen, Virginia Woolf y Simone de Beauvoir pues como que por favor.
Al tito Shakespeare y a Kafka pues como que wowla.
A un jefe que tuve portugués, ni muerto.
Y así todo el rato. Asociando libremente en nombre de Freud y de todos los santos mientras la vida seguía sin contar conmigo.
La muy hijuep… como diría el Escobar, al que tampoco me apetecía mucho encontrarme, la verdad.
Madremíadelamorhermoso lo que me viene con la dichosa muerte. Qué cansina, qué pegajosa, qué protagonista, qué ego tienes más grande mija.
Poco mindful es la muerte eh, muy poco.
La parca, la madre que parió a la parca. ¿No tienes nada mejor qué hacer?
Ya me pidió mi hija prometerle que no me iba a morir. ¿Y cómo lo hago si se supone qué sí?
Pues eso, que todos nos vamos a morir pero todos vivimos como si no.
De traca, ¿o no?