Apoyándonos en Clara Coria y desde la base del condicionamiento de género, haremos un breve análisis de las dificultades de las mujeres para negociar
En la vida cotidiana se lleva a cabo constantemente intercambios en dónde es frecuente que intereses y deseos no coincidan y sean incompatibles,generando la necesidad de resolverlos.
Se presentan como alternativas ceder, imponer o negociar, pero resulta paradójico que siendo la opción de negociar la única que ofrece oportunidades de acuerdos, es muchas veces la menos adoptada.
Dificultades de las mujeres para negociar
Muchas personas tienen dificultades cuando se tienen que enfrentar al deseo del otro. Se agrava cuando se trata de nosotras, las mujeres, a las que las negociaciones nos suelen generar conflicto, sobre todo cuando están relacionadas con los afectos y las relaciones.
No es extraño encontrarnos con mujeres que ceden espacios renunciando a su deseo, y no pocas veces renuncian a derechos legítimos por evitar negociar.
Muchas son capaces de negociar para otros, pero no para si mismas. Viven la negociación como algo violento, y por ello, para evitarla, ceden sin darse cuenta que al hacerlo no consiguen resolver los conflictos que intentan eludir, y muchas solo lo hacen cuando están ya al limite. ¿Por qué?
Cuando se les pregunta muchas responden que ceden para evitar problemas, “total, que más me da”, “si me da igual, no me importa”, otras ceden para que las quieran, para tener contento a quienes quieren, e incluso algunas porque no se les ocurre que podrían plantearse no hacerlo.
Cuando se observa y analiza lo que hay detrás de estas dificultades, nos encontramos con muchos fantasmas y tabúes, y sobre todo, una gran cantidad de condicionamientos de género.
altruismo y solidaridad. ¿es lo mismo?
Las mujeres tienden a concebir el amor como altruismo incondicional, confundiendo altruismo con solidaridad. El altruismo requiere incondicionalidad, y la solidaridad exige reciprocidad.
La incondicionalidad es incompatible con la reciprocidad. Muchas mujeres se sienten en falta y culpables cuando no quieren renunciar a su deseo y se acusan de egoístas y falta de solidaridad cuando no quieren ser altruistas. Se plantea el Altruismo y solidaridad como lo mismo, cuando en realidad implican diferencias fundamentales, ya que el altruismo favorece privilegios que la solidaridad combate.
Las mujeres son educadas para ser altruistas como expresión de su feminidad, teniendo, por tanto, grandes dificultades para negociar. Suelen sentirse en conflicto entre la imposición de ser altruistas (por tanto buenas) y el deseo de ser solidarias y desear (es decir, ser egoístas) creyendo que altruismo y solidaridad es lo mismo.
Viven la defensa de sus deseos como expresión de egoísmo, y el tener que defender sus deseos e intereses les genera conflicto porque supone cuestionarse el altruismo incondicional, y, por tanto, el concepto del amor, que, desde el modelo de género, forma parte de la identidad femenina, sostenida en el ideal materno de altruismo, incondicionalidad y abnegación.
Desde este mandato de género, amar implica incondicionalidad, es decir, anular deseos propios sobre todo si entra en contradicción con los deseos del ser querido.
conclusiones
La posibilidad de cambiar no está en el hecho de que las mujeres dejen de ceder para pasar a imponer, sino en empezar a recuperar el derecho legítimo de colocarse como sujetos de deseo, posicionándose en relaciones de igualdad, en donde los derechos e intereses propios sean considerados iguales que el de los otros.
Por tanto, se hace necesario la necesidad de un cambio y la legalización del derecho de defender espacios de deseo propios , definiendo y desmontando todos los condicionamientos de género que dificultan esta tarea