Noto una sensación extraña que habita en mí, como si fuera espectadora invitada a una vida que no es la mía, en un esfuerzo por que lo sea.
Salgo, quedo, me atrevo a irme de vacaciones en un intento de aparentar normalidad. Pero no puedo dejar de notar la presencia de un acompañante fantasmático, COVID. Fantasma que me hace notar su presencia terrorífica a veces, pero que no puedo ver.
Intento hacer que no lo veo, que no está. Pero de repente me asalta y me inquieta, aunque solo sea cuando veo a mi alrededor a la gente con mascarillas, (y que, por supuesto, a mí, como consecuencia de la necesidad de tener sensación de normalidad, se me olvida constantemente), al camarero limpiando las mesas cada vez que se vacían, a muchos establecimientos que no han abierto o a las ciudades sin turistas extranjeros.

Tampoco me ha ayudado cuando al ir al hospital para hacer pruebas a mi padre, veo el respeto, que a veces miedo, del personal sanitario a este visitante fantasmático que nos acompaña a todos (Covid),
Pero cuando ya me resulta imposible intentar creer que es todo normal, y me extraña y asusta, es cuando veo las miradas desconfiadas de la gente cuando pasas a su lado y se alejan como si tú fueras el peligro.
Me lleno de desconcierto y frustración cuando veo a un amigo y voy a darle un beso, me paro a mitad del camino recordando que no se puede.
El tiempo se paraliza. Los planes se aparcan porque no se sabe cuándo va a llegar la segunda ola de contagios. Miro en mi interior y noto extrañeza, rechazo porque no me gusta esta vida que siento que no quiero y me inunda un deseo de volver a recuperar la vida de antes, LA MÍA.