Reflexionando sobre este tema, me viene el recuerdo de un personaje de los X-Men, Pícara, que, por los poderes que tiene, es peligroso el contacto con su piel ya que puede matarte. Ella se siente triste, sola y aislada y con miedo a relacionarse con los otros.
EL Covid nos ha traído miedo e incertidumbre, y el peligro de convertirnos en Pícara, que por miedo a que nos contagien y a contagiar nos quedemos y sintamos solos, tristes y aislados, y se ha llevado contacto, caricias y besos, dejándonos tristes y hambrientos de contacto y de la piel del otro.
Si besar es un acto de comunicación y su emisario el beso ¿Qué pasa con esos besos no dados, esos mensajes no recibidos? ¿Qué falta dejan y nos deja?
Intentamos encontrar sustitutos tocándonos el codo, el corazón o lanzando besos al aire, pero nos seguimos sintiendo necesitados de piel. Anhelamos besar, contar y hablar a través del beso de nuestros sentimientos, de nuestras emociones.
El beso no sólo nos habla de sentimientos sino que también los transporta cual mensajero que los entrega a su receptor. Los conduce a nosotros y en el contacto piel a piel nos deja y dejamos parte de nuestros anhelos, de nuestros deseos, de nuestras emociones.
Con el miedo al Covid, al ver a nuestra familia, a nuestros amigos nos quedamos frustrados, no podemos acercarnos, tocar y besarlos y, por mucho que busquemos sustitutos y nos toquemos el corazón, las emociones se nos quedan dentro y vamos sintiendo como cada vez más perdemos trocitos de alma.
El Covid nos está dañando no sólo el cuerpo, sino también el alma. Poco a poco nos vamos volviendo grises, y no sólo por el miedo que nos produce el contagio, sino por la falta de contacto, de caricias, de besos no dados ni recibidos.
Pero son los mayores, aquellos que por protegerlos, los condenados. Su piel se seca más al no ser regada por la piel de los otros, los besos que no dan se les acumulan en el corazón y los ahogan, los besos que no reciben crean vacíos en su alma que poco a poco los van desvitalizando.
El contacto y las emociones que transitan en él, son fundamentales para el desarrollo y la vitalización necesaria para estar en el deseo y en la vida.
Con el Covid por proteger y protegernos nos estamos olvidando de ello. Nos envuelve un halo gris que entristece y deteriora corriendo el riesgo de desabastecernos afectivamente.
Me sorprende el agradecimiento de algunas personas cuando, con protección siempre, las abrazo. Las gracias salen del corazón y el abrazo se vuelve más estrecho. El agradecimiento supera al miedo y volvemos a sentir que estamos y somos con el otro.
Las depresiones están aumentando, se ha incrementado sustancialmente los suicidios. La tristeza, el malestar aumenta progresivamente. El miedo está en riesgo de convertirse en un dictador que no deja escuchar otras voces, otras necesidades. Y, como en toda dictadura, surgen respuestas reactivas como la negación, el no pasa nada y, por lo tanto, no tomar medidas de precaución poniendo en riesgo la salud no solo individual, sino también colectiva.
Es importante que podamos pensar y reflexionar sobre ello, ya que es urgente encontrar alternativas no sólo de cuidado al cuerpo, sino también al alma. Alternativas que den respuesta a nuestras necesidades psíquicas de contacto, sin poner en riesgo al cuerpo y cómo hacer para que por cuidar el cuerpo no pongamos en riesgo el alma.
Las necesidades de cuidado tienen que ser integradoras y que atienda tanto a las necesidades psíquicas como físicas. El riesgo no es sólo contagiarnos y contagiar, sino que por atender parcialmente a una sola necesidad dejemos descuidadas otras. Por eso es importante visibilizarlas para que, al igual que Pícara que no se resignó, nosotros tampoco lo hagamos y no nos olvidemos de seguir buscando para encontrar alternativas que cubran nuestras necesidades de forma integrada.