EL CAMINO DEL ADIOS.
Reflexión sobre los sentimientos que se activan en el tiempo que transcurre en el espacio entre saber que tenemos que despedirnos de alguien, y su marcha definitiva.
Estás, Acompañado del fantasma De tu ausencia. Y me duele verte, Y me duele no verte Estás y ya no estás Me pierdo en mi tristeza Y te dejo de ver. Y te veo, Y veo al fantasma Que te aleja de mí Ya no estás estando. Pero sé que cuando no estés Estarás Y aunque no quiero tu ausencia, Tu presencia me duele Al anunciar tu ausencia.
Se habla mucho del duelo y del camino que hay que recorrer para elaborar la pérdida que nos lleva a iniciar este proceso, pero no se habla tanto del inicio del camino del adiós.
Cuando sabemos con antelación de una pérdida, se inicia un proceso complicado y duro, antesala del trabajo posterior de duelo, en donde lo que vamos a perder está y no está, como si de una bombilla se tratase que se apaga de forma alternada, pasando en un instante de la luz a la sombra. Así nos podemos llegar a sentir, en una alternancia entre el alivio porque está y la angustia, como si ya no estuviese con nosotros.
En este transitar del adiós, cuando todavía lo que vamos a perder está, los sentimientos giran como si de una montaña rusa se tratase, llevándonos a fundirnos con la tristeza, la angustia, la culpa y la rabia.
Tristeza anticipatoria de lo que va a pasar que nos lleva a la impotencia porque aún no ha pasado y no podemos evitarlo.
La presencia de lo que vamos a perder se torna a veces en insoportable, llevándonos a poder desear que acabe ya, deseo que nos llena de culpa por desear lo temido. Culpa que nos lleva de la mano hacia la angustia, que nos atrapa y nos desborda de tristeza por lo perdido aunque todavía esté con nosotros. Pero su presencia está desdibujada, no la vemos real ya que la cubre el fantasma de su pérdida. Fantasma que nos angustia, ya que cada uno dotamos a este fantasma de lo temido personalmente, que hace que en este primer momento, lo perdido se torne en angustioso.
Estar y no estar, su presencia y su ausencia, nos llevan a un estado en donde tiempo y espacio se funden desapareciendo, dejándonos en la impotencia y la paralización al no poder evitar lo que sabemos que va a venir y no queremos que lo haga. El tiempo se convierte en nuestro enemigo más cercano al llevarnos a un espacio en donde desaparecerá lo que no queremos perder.
El camino del adiós se inicia así, con angustia, con temor, con impotencia. Etapa de la que salimos al mirar de cara al fantasma de la ausencia, conjurándole con nuestros recuerdos que se entrecruzan con los sentimientos vividos y los pensamientos enlazados, que hacen que vayamos uniéndolos como si de un puzle se tratara, y que nos permite salir de la impotencia y estar en la vida que queda, dejando la muerte anunciada al lado nuestro, no en el centro que anula la vida, en un acompañamiento que ilumina la vida que queda, en un encuentro de hoy y ayer y, por tanto, de siempre.
Con tristeza, con dolor, podemos decir adiós, ya sin angustia, ya con vida.
Es complicado hablar de duelo, estar en el dolor que siempre se evita de todas las formas posibles y no poder huir; como una herida, requiere tiempo para cicatrizar y aquello que duele deja ciccatriz pero no hemos de impedir se convierta en ancla. Cuanto más vivimos más capaces tenemos que ser de soltar y seguir andando y quizá la tristeza sólo aparezca de cuando en cuando.
Hola Tere.
Hola Tere. Cierto, a veces queremos huir tanto del dolor que entramos en el camino de la angustia, angustia que nos puede paralizar. Como dices, el dolor forma parte del proceso de duelo, del que no debemos ni podemos huir. Estar, calmar, atravesarlo y cicatrizar. Como dice el protagonista de la pelicula «No sos vos soy yo» «… la angustia se transformó en dolor, y con mucho esfuerzo el dolor se convirtió en tristeza y después de mucho tiempo pude despertarme sin sentir que me faltabas….» Ese es el proceso de duelo, doloroso, costoso, formando parte de la vida.
Concha, muchas gracias por esta entrada. Refleja unos años de mi vida, sobre todo uno. Años que me cambiaron el cuerpo. Para mí, lo más duro que he vivido. Leerte supone el alivio de la comprensión y la compasión.
Hola Pilar. Muchas gracias por tu comentario. Uno de los objetivos que pretende este post es acercar las emociones que transitan en los procesos de vida, compartir experiencias es fundamental para sentirnos comprendidos y acompañados.