Dejar de pensar. ¿Cuántas veces te has dicho esta frase o alguna parecida?
Dejar de pensar. ¿Para qué? Pregunto a mis pacientes y me pregunto yo.
Casi todos, con distintas palabras, me dicen lo mismo. Para estar tranquilo, para estar calmada. Para no darle vueltas a lo mismo.
Dejar de pensar. ¿Has probado a cerrar los ojos y dejar de pensar? ¿Cuánto tiempo lo consigues? ¿Qué tipo de pensamientos se cuelan? ¿A cuántos te enganchas? ¿Cuántos se te quedan pegados como garrapatas o parásitos durante horas, días, semanas, meses, años…?
¿Es importante dejar de pensar?
Cuando escribo en San Google “dejar de pensar” me salen 211.000.000 de resultados. Parece que es un tema que nos interesa.
Lógicamente cuando hablamos de dejar de pensar es porque hay una voluntad de parar. Es posible que no sepamos, que no podamos o que no queramos salir del pensamiento rumiante pero esto ya lo iremos viendo.
Hay numerosas técnicas, sin embargo, a la mayoría de nosotros, nos cuesta ponerlas en práctica.
¿Por qué? Es algo que me gustaría reflexionar con vosotros.
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La psicología es una ciencia, una carrera de varios años. Sin embargo, todos somos psicólogos o sabemos mucho de psicología. Y todos tenemos teorías sobre lo que nos pasa por ahí arriba.
Una de las actividades de la mente es esa, tener actividad, crear contenido. También lo es la capacidad de razonar, el pensamiento, el entendimiento…
La mayoría de los pensamientos que generamos, no sirven para nada. Son los mismos de ayer y de antes de ayer y de antes de antes de ayer… Con unos 60.000 pensamientos al día, pocas novedades puede haber.
Sin embargo, una cosa es tener actividad mental y otra muy diferente, dejar que estos pensamientos densos y viscosos dirijan tu vida. Esto deberíamos trabajarlo. Los pensamientos crean realidades porque solemos identificarnos con ellos y en esas realidades, añadimos o restamos sufrimiento.
¿Cuál es el problema? Que si nos dicen que tenemos que hacer tres pinos puente y un salto mortal con tirabuzón para que la rodilla se recupere, lo hacemos.
Pero si lo que toca es parar, reflexionar, entrenar tu cerebro para que rumie menos y esté más sereno…
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El cerebro es otro músculo. Si haces abdominales para tener tableta, ¿por qué no para tener el cerebro on fire y ready? ¿Te hace débil? ¿Te sientes vulnerable? ¿Es una tontería?
Si cuentas que te has apuntado al gimnasio, todos lo celebran, te dan la palmadita en la espalda. Te sientes reforzado y reconocido.
Ahora prueba a decir que vas al psicólogo porque quieres hablar de ti y para ti.
Además necesitas un espacio donde ventilarte emocionalmente.
Asimismo quieres ese lugar y ese espejo que es tu terapeuta donde trabajarte para pensarte.
Es el momento de aprender de ti y de los otros.
Porque necesitas comprenderte, escucharte, entenderte, pensarte, aceptarte, quererte, desarrollarte, crecer y crecerte, empoderarte, sentirte…
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De momento, las caras van desde la pena (a estas personas nunca les va a pasar nada o eso piensan ellos y creen que a ti sí) hasta la sorpresa pasando por la envidia.
Puede que incluso cuentes que estás haciendo un proceso de coaching para reinventarte por ejemplo pero contar la angustia que te produce la incertidumbre, el malestar de no saber, esto, ya te lo guardas…
O benditas las madres (entre las que me incluyo) que me han contado el porrazo que se han dado idealizando la maternidad como si quitar cacas fuera lo más. Lo haces con amor pero molar, no mola.
Y no pasa nada. No hay que idealizar ni el dolor del pecho, ni ensalzar el insomnio ni que no puedes ducharte cuando te da la gana porque tienes que atender a tu bebé. Se dice y ya está. No tiene ningún impacto en el crecimiento del peque.
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Sin embargo, sí lo tiene, en tu bienestar porque de esto se trata, de estar bien, de dejar de pensar algún ratito, ¿no?
¿Seré buena como madre? ¿Me merezco el ascenso? ¿Escribo bien? ¿Llegará el mensaje qué quiero transmitir? ¿Mejorará mi paciente? ¿Saldrán buenas las lentejas? ¿Por qué me siento solo si tengo gente alrededor? ¿Tenía que haber cogido ciencias? ¿He hecho bien no teniendo hijos? ¿Alquiler o compra? Un no parar, ¿te suena?
Estudiamos en la universidad que si le dedicas un tiempo al día a pensar eso que te agobia, te escuece y te ronda, en pocos días se irá. Es decir, unos minutos al día en el que te hinchas a darles vueltas y vueltas a lo que te aprieta.
Hay que pedir cita para pensar en las porquerías de cada uno.
¿Y si no te va bien en tu día a día dedicarle un tiempito hasta que se disuelva? ¿Prefieres aceptar, dar espacio y desde ahí desmontarte? ¿Y si saber qué hay cosas qué provocas tú pero qué otras vienen solas, te calma? ¿Y si prefieres mirarte dentro aunque no te guste lo qué veas y colocarte en otro lugar del tablero?
¿Qué opinas de trabajar la aceptación en vez de seguir en la comparación?
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¿Y si empiezas a valorar tus muchos logros?
Hay tantos “y si” que bloquearía el algoritmo de Google.
Siempre invito a pensar, a entender y a entenderte pero sobre todo a aceptarte. Aquí no entra el juzgarte, ya hay un ejército de voluntarios para esto, empezando por ti.
Cuando entiendes lo que te pasa, cuando te conoces, automáticamente, te calmas. No te tiene que gustar lo que encuentres pero saber, tranquiliza, libera, es terapéutico.
Es cierto que no nos gusta lo que no comprendemos pero cuanto más sepas de ti, más te vas a querer, más fácil será estar contigo y más sencillo será elegir qué es lo mejor.
¿No me crees? Prueba. Cierra los ojos durante un par de minutos y deja de pensar.
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¿Qué ha ocurrido? Me fascina ver el poco dominio que tenemos sobre la loca de la casa (la mente sin control), aunque creamos lo contrario.
Y sorprendernos puede ser el empujón que necesitamos para buscar dentro la paz que tanto anhelamos. Porque la tranquilidad hay que buscarla dentro y no seguir empeñados en perseguirla fuera.
Para los que gustan de tips y estrategias, os dejo algunas sencillas y fáciles de implementar:
- Música relajante.
- Ejercicio físico.
- Caminar al menos media hora al día y a ser posible en espacios abiertos.
Para todos, vamos a empezar con la meditación. Dadle una oportunidad. Parar y conectar contigo, planazo, os lo aseguro.
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Siéntate en un cojín, zafu, esterilla, manta doblada (siempre y cuando tu físico te lo permita, sino a cualquier otro sitio como una silla o sofá).
Cierra los ojos suavemente y lleva tu atención a como entra y sale el aire en la zona de la nariz. Elige una de las fosas. Cada vez que tu mente se distraiga, que lo hará continuamente, vuelve a esa zona, sin regañarte, con cariño.
Dedícate unos minutos al día. Luego me cuentas cómo te ha ido y si tu mente rumiante, te ha dado algún ratito de claridad.
Hay que entrenarse, a diario, no te dejes para luego.
Cuidar tu estado emocional, tus pensamientos, el cómo te hablas a través del mindfulness es un regalazo que repercute en ti y en tu entorno, no esperes más.
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Ahora, de forma voluntaria y deliberada, dejo de pensar para llevar mi atención a otro lugar.
Cierro los ojos y llevo mi atención a la respiración y cuando mi mente se vaya a otro sitio (pensamientos, imágenes, recuerdos, sensaciones físicas o donde sea) la traigo de vuelta a la zona de mi fosa nasal izquierda. Noto como entra el aire fresco (hoy que por fin ha bajado la temperatura) y sale más cálido. Sólo unos minutos, no necesito más.
¿Y tú? ¡Vamos!