Ayer me enteré de algo sorprendente. El tomate, es una fruta. Siempre había pensado que era una hortaliza pero ni de lejos podía sospechar que en realidad sea una fruta.
Jo. Ni me hubiera llevado el rosco de “Pasapalabra” ni hubiera pasado de la primera fase de “Saber y ganar”. Es más, hubiera apostado todo a la hortaliza, no a la fruta, y claro, hubiera perdido.
Yo, experta en las propiedades del tomate. Consumidora diaria en todas sus formas y con la creencia absoluta, verdadera e inapelable de ser hortaliza.
Perpleja, desconcertada e impactada. Así me he quedado. Tomate que me estalla en la cara, como otros insights que me mordisquean.
Y claro, como me encanta pensar también me ha llevado a reflexionar sobre el papel de las creencias en nuestras vidas. Tanto las creencias limitantes, que son las que más escuchamos como las potenciadoras o las populares o…
Antes de seguir, ¿qué son las creencias?
Para la Real Academia Española (RAE) la creencia es el firme asentimiento y conformidad con algo. La creencia entonces, es la idea que se considera verdadera. Y no sólo verdadera sino que además tiene el suficiente peso y crédito para darla por válida y cierta.
Las creencias son teorías, ideas, pensamientos, afirmaciones, o juicios sobre nuestro entorno, las experiencias o las personas convirtiéndolas en verdaderas sin que medie evidencia o conocimiento.
Es decir, es todo aquello en lo que creemos, lo que asociamos a cada situación específica (sea la que sea) y que tiene un alto impacto en la forma de comportarnos.
Por ejemplo, cuando decimos “yo soy así”. Esta creencia en modo verdad absoluta, cierra la posibilidad de cambio y es una de las creencias que de forma más profunda, puede estar enraizada en la persona.
O la del tomate. Es una hortaliza, sin ninguna duda. Otra verdad absoluta, heredada, popular, externa, no contrastada. Sin embargo, me viene muy bien para ayudarnos a reajustar y darle una vuelta a las creencias, especialmente, a las limitantes.
Por supuesto que no todas las creencias han de ser falsas. La del tomate lo es pero estoy segura que si hacemos repaso a nuestras creencias, las hay que son ciertas y verdaderas.
Barrer de noche, atrae la mala suerte. Esta creencia popular no parece verdadera, ¿qué pensáis?
Al seguir meditando y cavilando, me pregunto cómo se originan las creencias.
Como todo o casi todo en la vida, las adquirimos durante la infancia. Es durante este periodo cuando hay tanto espacio en el disco duro que se graban de forma automática.
Cuando no hay filtros, antes de la etapa en la que empezamos a socializar con los otros, aquello que escuchamos, genera un archivo sin cuestionamiento y ahí, se van forjando.
Las opiniones de los demás, los mensajes recibidos, el contexto y entorno en el que hemos vivido así como la interpretación de nuestras experiencias, son el recipiente donde las creencias se van depositando.
Además los juicios, pensamientos, ideas que tenemos funcionan como las profecías auto-cumplidas, aquellas que tienen el doble propósito de limitarnos o abrirnos paso.
Si crees que eres una persona extrovertida, no te costará integrarte en una fiesta. Si crees que no lo eres, te mostrarás más tímida y reservada.
Somos muy vulnerables cuando somos peques y adolescentes porque es cuando se dan las primeras veces de muchas cosas.
Por ejemplo, si crecemos con el mensaje repetitivo de “si te portas mal, ya no te quiero”, no estamos separando la conducta del amor incondicional que hay que transmitir a nuestros hijos.
Podemos estar disgustados con la conducta pero no por eso dejamos de amar a nuestros peques y desde luego, nunca puede ser una forma de aprendizaje.
Cuando somos adultos, tenemos la creencia de que el amor depende del comportamiento por lo que estaremos siempre supeditados a una serie de actos que busquen este amor aunque dejemos de lado nuestros propios valores y criterio.
Es interesante identificar nuestras creencias, especialmente aquellas que nos limitan. “No puedo hablar en público” (porque aquella vez me quedé en blanco, ya siempre lo haré).
Prueba a registrar qué creencias te están poniendo frenos y obstáculos. Después, vamos a cambiar las creencias limitantes. ¿Te vienes?
PASOS PARA CAMBIAR LAS CREENCIAS LIMITANTES
1º Toma consciencia de la creencia que te impide avanzar en tu proyecto. Hazte preguntas del tipo: ¿En qué me está perjudicando? ¿Cómo me puede beneficiar? ¿Me ayuda o me entorpece? ¿Qué ocurre si me deshiciera de esta creencia? ¿Por qué creo esto? ¿Es realmente así?
2º Intenta buscar y sustituir por una creencia que te empuje, que te potencie, que te motive y estimule. Utiliza preguntas que te ayuden en este nuevo objetivo. Por ejemplo: ¿Qué aportaría a mi vida creer esto? ¿Cómo me ayudaría esta nueva creencia? ¿Me traería algún inconveniente?
3º Entrenar, repetir. Si ya has decidido cambiar la creencia limitante y has encontrado la nueva, hay que entrenar y repetir. “Puedo hablar en público porque…” y terminas la frase. Entrénate delante del espejo.
Por último, atiende a las sensaciones corporales porque dan mucha información de cómo estamos y tómate el tiempo que necesites.
La mayoría de nuestras creencias llevan muchos años con nosotros, no podemos identificarlas, cambiarlas y sustituirlas en un día.
Salir de la zona de confort significa estar abiertos a identificar estas creencias que nos acotan para avanzar en el camino del desarrollo personal.
De momento, me he dado cuenta que tengo faena revisando las creencias sobre hortalizas, verduras y frutas. ; ))
Como diría mi madre, “hay que ver el trabajo que me doy”.
WEBGRAFÍA
-REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en línea]. <https://dle.rae.es> [10/08/2020].
¡Hola Yasna! Cuestionar todo aquello que damos por supuesto nos ayuda en este viaje de autoconocimiento, desarrollo y crecimiento personal. Gracias por tu comentario. ¡Feliz semana! Un cordial saludo.