«Uno de los perfiles que diferencian al feminismo de otras corrientes de pensamiento político es que está constituido por el hacer y pensar de millones de mujeres que se agrupan o van por libre y están diseminadas por todo el mundo. El feminismo es un movimiento no dirigido y escasamente, por no decir nada, jerarquizado».
(NURIA VALERA)
Las mujeres hemos avanzado mucho. El camino recorrido ha sido, y es, complicado, arduo y con muchas dificultades pero henos aquí: dueñas de nosotras aunque a veces pagamos un precio alto acabando perdidas en una guerra de sexos, o de sexo, que nos aliena.
A pesar de que ahora está de moda el feminismo, no hay que confiarse pensando que todo va a ser mucho más fácil. Ha quedado de manifiesto la fuerza y del poder que tenemos las mujeres pero el patriarcado tiene muchas formas de actuar y no cede fácilmente su terreno. El poder femenino asusta, y asusta tanto que hay que luchar contra él .Sigue subliminalmente el mismo mensaje de miedo a la mujer fuerte, deseante, no sumisa que pone en peligro la fortaleza solo permitida a los hombres, y en cambio la mujer asustada, débil, no resulta peligrosa, todo lo contrario, resalta la fuerza masculina.Forma parte de esta lucha contra el empoderamiento de las mujeres todas las formas de intervención que nos llevan a tener dificultades para “ser mujer”, fuerte, integrada, con historia, y por ello silencian las voces de nuestras antecesoras, mujeres que recorrieron el camino de ser ellas mismas, y que al enmudecerlas nos enfrentan a la sensación de tener que empezar cada vez de cero el camino de ser nosotras mismas, camino que además complican al enfrentarnos a una amputación, al crear un antagonismo entre feminidad y feminismo planteándolos como opuestos como si uno fuera contrario al otro y colocando a muchas mujeres en la tesitura de tener que elegir entre ser femenina o ser feminista.
Pero esto no es así. El feminismo surge como consecuencia de la constatación de la mujer de esas diferencias sociales discriminatorias por el simple hecho de ser mujer, pero el feminismo no está en contra de la feminidad, sino de una feminidad excluyente que la limita por un lado, a la debilidad, convirtiéndola en una niña necesitada del cuidado y la dirección del hombre, y por otro, a la cosificación, reduciéndola a un mero objeto sexual, esclavizada por la búsqueda de un cuerpo bello para poder conseguir la mirada masculina.
Si queremos seguir avanzando en el objetivo de ser dueñas de nosotras mismas, de nuestro deseo y ser mujeres completas, no escindidas, tenemos que reflexionar y salir de esa trampa en la que nos quieren meter haciéndonos creer que tenemos que elegir entre ser feminista o ser femenina.
Si, como dice Nuria Varela, “lo femenino” es lo propio de las mujeres, está claro que el feminismo es absolutamente femenino.